25 de septiembre de 1963, Juan Emilio Bosch Gaviño fue derrocado por fuerzas siniestras criollas y extranjeras. Esas que todavía se oponen al desarrollo espiritual del pueblo, a la consolidación del Estado de derecho, a la justa distribución de las riquezas entre los dominicanos.
Pablo Neruda, otro mártir de un golpe en septiembre, pero del de Allende en 1973, escribió: “Corre por los caminos la noticia, Santo Domingo sale del infierno, por fin elige un presidente puro: es Juan Bosch que regresa del destierro. /Pero no les conviene un hombre honrado a los gorilas ni a los usureros. /Decretaron un golpe en Nueva York: lo echan abajo con cualquier pretexto, lo destierran con su Constitución, instalan a cualquier sepulturero en el trono del mando y del castigo. /Y los verdugos vuelven a sus puestos.” Versainograma a Santo Domingo, 1966.
Que le faltó ser complaciente con el poder; que debió cortar cabezas de disidentes; que su mayor error fue no pactar con el diablo, en nombre de la santa gobernabilidad: no hay forma de saberlo. Lo que sí se puede es juzgar cómo sus discípulos políticos han puesto en práctica sus enseñanzas. Si han ido al Estado a servir y no a servirse, si han condenado el enriquecimiento ilícito, la actitud que han tenido frente a los “tutumpotes”, y las acciones a favor de los “hijos de machepa”.