A finales de mayo 2015 estuve en Puerto Príncipe, en un Seminario Internacional sobre los sistemas de protección social, organizado por la Comisión Económica Para América Latina y El Caribe (CEPAL) y el Ministerio de Asuntos Sociales y de Trabajo, de Haití.
Me tocó exponer sobre la experiencia y desafíos del sistema dominicano de protección social, y la estrategia de reducción de la pobreza que se lleva a cabo desde el Gabinete de Políticas Sociales, que coordina la Sra. Vicepresidenta de la República.
A pesar de ser un foro de alto nivel, me la jugué e hice la exposición de 15 minutos totalmente en francés, consciente de que en español me hubiese sentido bastante más cómodo, evidentemente. Pero valió la pena, pues me ganó el interés de la audiencia, compuesta esencialmente por funcionarios y activistas sociales haitianos.
Valoraron muy bien la ponencia y mostraron mucho interés en aprender de la experiencia dominicana, lo que nos permitirá articular acciones posteriores de cooperación técnica.
Sin dudas que hablarles su idioma, e interactuar directamente, sin traductores, permite conectar más, y les inspira algo más de respeto hacia un representante del gobierno dominicano.
La experiencia me hizo reflexionar sobre los pocos incentivos que tenemos los servidores públicos dominicanos para dominar el francés, y más aún, el creole.
Bien le haría a nuestro funcionariado asumir como política dominar al menos el francés, el inglés, u otros idiomas que nos permitan conectarnos con personas, conocimiento e informaciones relevantes para la defensa de nuestros intereses estratégicos, y que no necesariamente están en español.